EDUCACIÓN INTEGRAL

Joan Umbert Font

Licenciado en pedagogía

E-mail: joanumbertfont@gmail.com

País: España

 

WEB DEDICADA A LA APLICACIÓN DE LA TEORÍA INTEGRAL DE KEN WILBER A LA EDUCACIÓN

Estética

Desarrollo del sentido estético

 

Housen desarrolló un método de investigación para poder estudiar los mecanismo de pensamiento de las personas con diferentes grados de conocimiento. Quería comprobar si existían algunas pautas que pudieran ayudarla a comprender las diferencias de los distintos niveles de habilidad, y jalonar el sendero que conduce desde el principiante hasta el experto. Realizó entrevistas sin pautas predeterminadas a cientos de personas de distinta edad, sexo, etnia, situación económica, educación, procedencia, experiencia y conocimiento del arte.

 

Durante la recopilación y el análisis de una enorme cantidad de datos empíricos, Housen descubrió distintos modelos de pensamiento basados en el grado de contacto que se había tenido con el arte. Estos modelos eran similares a las conclusiones de otros científicos, que postulaban que todo el desarrollo se verifica en un recorrido en el que unas fases van sucediendo a otras, del mismo modo que primero se gatea y después de camina. Así que, partiendo de un marco evolutivo, Housen empleó los datos que había ido recopilando para dar a conocer una “teoría de los estadios”, una descripción del desarrollo estético que explica y predice comportamientos y cambios.

 

La investigación de Housen indica que, como en el caso de la lectura, el proceso de comprensión del arte se aprende en distintos estadios a lo largo de los años. La competencia lectora comienza a desarrollarse a edad temprana, mucho antes de que se inicie la escolarización, y durante este aprendizaje concurren intereses diversos, destrezas y métodos de enseñanza. La mayoría de nosotros hemos presenciado ese momento en que el niño comienza a reconocer las letras, a balbucear palabras, hasta que por fin comprende lo que lee por sí mismo. Es necesario reconocer que el aprendizaje visual es también un proceso largo y complicado que requiere sistemas comparables para enseñarlo. Los mecanismos de este proceso, ideados para atender las necesidades

concretas del individuo en un momento determinado, harán que llegue a comprender las estructuras visuales.

 

 

 

Estadios de Desarrollo Estético

 

Estadio I

 

El observador informador narra historias. Los sentidos, los recuerdos y las asociaciones personales le permiten realizar observaciones concretas sobre la obra de arte que se entretejen formando un relato. En este caso, los juicios se basan en el conocimiento y el gusto personal. Las emociones ilustran sus comentarios, y el observador siente que se introduce en la obra de arte y se integra en su desarrollo.

 

Estadio II

 

El observador constructivo elabora un marco para observar las obras de arte empleando las herramientas más lógicas y accesibles: sus propias percepciones, su conocimiento del mundo natural y los valores de su entorno social, moral y convencional. Si la obra de arte no se presenta “como debe”, esto es, si el oficio, la destreza, la técnica, el esfuerzo, la utilidad y la función no son evidentes, o si el tema de la maternidad se ha transformado en una guerra de sexos, entonces este observador considera la obra de arte “rara”, deficiente, carente de valor. Este valor suele determinarse atendiendo al criterio de lo que el observador entiende por realista. Cuando las emociones empiezan a sacudir su interior, el observador constructivo se distancia de la obra de arte y desarrolla un interés por el propósito del artista.

 

Estadio III

 

El observador clasificador adopta la postura analítica y crítica de un historiador del arte. Quiere identificar la obra con respecto al lugar, la escuela, el estilo, la época y el origen. Desentraña su significado recurriendo a su bagaje de cifras y hechos, siempre dispuesto y ávido por ampliarlo. Este observador cree que el significado y el mensaje de la obra de arte, debidamente clasificados, pueden explicarse y racionalizarse.

 

Estadio IV

 

El observador interpretativo busca un encuentro personal con la obra de arte. Las sutilezas de las líneas, las formas y el color se le revelan mientras explora el lienzo, dejando que el significado de la obra vaya desplegándose poco a poco. En este caso, su capacidad crítica se pone al servicio de sus sentimientos y su intuición cuando aflora el significado oculto de la obra y lo que ésta simboliza. Cada nuevo encuentro con una obra de arte supone una oportunidad renovada de establecer comparaciones, percepciones y experiencias. Sabedor de que las características y el valor de la obra de arte son susceptibles de reinterpretación, este observador entiende que sus propios procesos están

sujetos a la causalidad y al cambio.

 

Estadio V

 

El observador recreador, ducho en la contemplación y la reflexión de la obra de arte, “deja voluntariamente de ser un incrédulo”. Una pintura conocida es como un viejo amigo que se conoce íntimamente pero que todavía nos depara sorpresas, que merece la atención de nuestro quehacer cotidiano pero que, al mismo tiempo, existe en un plano superior. Como en toda amistad que se precie, el tiempo es un elemento fundamental, lo que le permite conocer la biografía de una obra –su época, su historia, sus claves, sus viajes, sus complejidades. Al hacer uso de su propia experiencia con una obra en concreto, y con la contemplación en general, este observador combina la reflexión personal con los análisis que suelen abordar asuntos universales. Los recuerdos se funden en el paisaje de la pintura, en intrincada combinación entre lo personal y lo universal.

 

A la hora de comprender el desarrollo estético, es importante observar que aunque el crecimiento esté relacionado con la edad, no viene determinado por ella. Dicho de otro modo, una persona de cualquier edad sin experiencia en el campo del arte estará por fuerza en el estadio I. Un adulto no se encontrará en un estadio superior a un niño por meras razones de edad o educación. El contacto prolongado con el arte es el único modo de evolucionar; no hay desarrollo estético posible si no concurren el arte y el tiempo. 

 

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