(Autor: Joan Umbert Font)
Ken Wilber llama, metafóricamente, “proyecto Atman” al deseo de ser Dios, aunque desde el pequeño “ego” en proceso de crecimiento, que va desde el estrecho punto de vista de un recién nacido hasta la encarnación del Espíritu como persona iluminada, realizando el Atman o Cristo, que es nuestra identidad más elevada.
En educación, ese “proyecto Atman” es algo a tener muy en cuenta, y se expresa de dos maneras. Una es en forma de deseo de libertad ilimitada y la otra es que nos amen y estén a nuestra disposición en todo momento. Wilber los señala como los impulsos de libertad y comunión.
Partiendo de la premisa de este filósofo norteamericano de que el proceso de crecimiento personal parte de una conciencia muy egocéntrica (en el sentido de que no es capaz de tener en cuenta puntos de vista de otros) que avanza en el proceso de desprendimiento de ese egocentrismo.
Así pues, el impulso hacia la libertad crecerá aceptando la libertad de los demás. Lo que en la práctica, por ejemplo, le hará pensar al adolescente si debería bajar la música si el vecino quiere dormir o leer.
En cuanto al otro impulso en cuestión, cabe decir que el ser humano crece en autonomía dentro de una comunión creciente, que pasa de la pertenencia a la familia, al pueblo, al mundo, hasta llegar a incluir al Kosmos entero.
En educación conviene ser conscientes de que, a menudo, caemos en una guerra de egos, donde el ego mayor (o sea padre, profesora…) intenta subyugar al ego menor (alumno, hija…), que se resiste a obedecer.
Es importante comprender que es preciso ir más allá del “mandar” de los padres o profesores, y más allá del “obedecer” de los menores. Como decía el gran pedagogo Ovide Decroly: “Se puede llevar el caballo a la fuente, aunque no se le puede obligar a que beba”. Así pues, una de las cosas que debe procurar hacer el educador es intentar que el menor vea si tales propuestas son para su futuro bienestar, y cuanto menor sea el niño, menos perspectiva de futuro y más inmediatez y urgencia de satisfacer sus deseos tendrá.
No siempre nuestros hijos e hijas ven las consecuencias de sus actos o actitudes, ni tampoco siempre el educador consigue mostrarle el porqué de sus deberes, y salir de la lucha por someterlo a su voluntad. En cambio, es bueno ser capaz de dejar que el menor ejerza su propia voluntad, ateniéndose a las consecuencias que conlleve.
Por otra parte, cuando el educador deba de hacer cumplir su requerimiento a la fuerza, es un buen ejercicio que previamente se observe a sí mismo, ya que todo educador debería tener conciencia de su propio ego, y juzgar si realmente el menor no puede negarse a cumplir el mandato por su propio bien o, en cambio, tengo ganas de subyugarlo a mi voluntad porque sí, porque pienso que los menores siempre tienen que obedecer a los mayores. Ese estilo educativo autoritario fue el practicado en la educación tradicional y más adelante se puso de moda el laissez faire (dejar hacer) de la educación hippy. Es preciso ir más allá de esas concepciones educativas hacia una nueva fórmula que las transciende a la vez que las incluye, o sea, autoridad del profesor con conciencia de ego y libertad progresiva del alumno con conciencia progresiva de las consecuencias de sus actos.
Los educadores deben de marcar incluso imponer límites, encauzar la energía desbordante de los menores y mostrarles sus deberes, haciéndoles entender que es lo mejor para una convivencia armoniosa. Por ejemplo, que empiece a hacer la cama, que retire sus platos y cubiertos después de comer, que mantenga una higiene corporal por su salud y para no oler mal en el aula, etc.
En algunos casos de rebeldía, el educador le puede obligar, explicándole el porqué, y el estado de ánimo puede ser de disgusto o enfado, la educación es una tarea difícil. Amar no significa consentirlo todo, ni mucho menos.
Otro ejemplo sería que una niña se niegue a hacer la tarea de la escuela o no quiera estudiar el tema del próximo examen. En primer lugar, como adultos, tenemos que tener claro que lo más importante para el menor es que vaya haciendo un proceso de aprendizaje constante, que vaya adquiriendo saberes intelectuales, destrezas y habilidades (saber hacer), que sepa relacionarse y que vaya aumentando su capacidad de autoobservación. Cumplir con unos resultados académicos es secundario. Si bien los suspensos pueden ser desagradables, y cabe tomar medidas para superar los requisitos de la educación que propone el Ministerio de Educación de nuestro Estado, que sobretodo prepara para la inserción en un sistema económico. Y aquí hago el inciso de decir que si unos padres o los profesores quieren que la educación sea mucho más que la preparación para un futuro trabajo, ningún ministro se lo podrá impedir, y que la escuela española tiene un profesorado que educa mucho más de lo que quisiera el Ministerio de Educación. Dicho eso, también es necesario tener en cuenta que la educación, además de crítica con nuestro sistema, también debe de ser para el trabajo, quizás otra concepción del trabajo, de la empresa, etc., aunque sería un error que en secundaria no se empezara a preparar para un futuro trabajo o adquirir una competencias o habilidades.
Es bueno que se establezcan unos hábitos de estudio (en un pupitre ordenado, con buena luz…), porque no es lo mismo que un niño se niegue a hacer los deberes escolares, en un momento dado, que no haber tenido unos horarios nunca, espacio propio de trabajo sin videojuegos, juegos o tele. Es muy difícil exigirle al menor que dé un gran cambio de golpe y porrazo. Es necesario ser progresivos a la hora de establecer los hábitos de trabajo y estudio. Al inicio de educación infantil no tienen deberes escolares, aunque es recomendable empezar a tener un espacio y tiempo en donde empezar a pintar, ver cuentos con dibujos, etc., en su pupitre, sin obligarle, sino en forma de propuesta lúdica.
En los primeros años, el juego físico es básico (correr, saltar, dar volteretas…). A medida que van creciendo, es bueno establecer horarios para cosas que para muchos menores son un auténtico vicio, como son los videojuegos o la televisión. Con media hora al día ya tienen más que suficiente y cero en menores de 8 años (muchos me lo discutirían aunque continuaré recomendando juego físico y socializador, que toquen, y no hay niño pequeño que se conforme con 5 minutos de videojuego, con lo que se gana en pataletas, discusiones y en definitiva, mucha pérdida de tiempo de juego y energía. Y si lo suyo van a ser los videojuegos, a los 8 años aprenderá de sobra).
Si la educación ha sido constante y coherente, los resultados académicos no son un problema, se aprueben o no. Es importante que nuestros hijos sean felices, que aprendan que la libertad es progresiva, que adquirir malos hábitos es como restarse libertad a uno mismo, y que los deberes provienen del hecho de convivir con otras personas y de prepararnos para el futuro en sociedad. Que también que es necesario adquirir una cultura enriquecedora del alma, conocer la propia historia y la de los demás, que al fin y al cabo no existen “los demás”, sino que formamos parte de una única humanidad, con una gran cultura e historia. Que es preciso conocer el cómo se forjó dicha historia, para entender nuestro presente y escribir nuestro futuro.
Finalmente decir que la educación tendría que ser promotora de la sinceridad, la verdad, la comprensión mutua y la socialización, y aunque haya controversia en cada una de esas cuatro directrices, tal controversia, en lugar de ser un problema, en educación es una ventaja, puesto que da pie al debate y al diálogo constructivo, hasta ir consensuando paso a paso y en complejidad creciente lo que es verdadero mediante el método científico, la comprensión mutua mediante el ajuste cultural (intersubjetivo), quien es sincero mediante la interpretación veraz, y la socialización mediante el ajuste funcional. La persona que es sincera, busca la verdad, comprede al otro y se desenvuelve en la sociedad en que vive, es una persona que sabe ser. Y como escribió Ken Wilber, "… Cuando apuntamos a la verdad y estamos ubicados en la veracidad, podemos conseguir el milagro de la comprensión mutua. Y si el Espíritu existe, es aquí donde deberíamos comenzar a buscarlo".
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